Benjamín Barán

Lun, 16 Dic. 2019 | 10:27
Ingeniero Electrónico

Es Doctor en Ciencias de la Ingeniería de Sistemas y Computación, sus áreas de investigación son: Inteligencia Artificial, Algoritmos Bio-inspirados, Optimización y sus aplicaciones, Redes ópticas, Computación en la nube, Computación Cuántica y Ciencia de los Datos. Enseñó en universidades en cuatro  continentes y tiene publicados más de un centenar de artículos científicos y técnicos en prestigiosas revistas nacionales e internacionales. Actualmente, es decano de la Facultad de Informática de la Universidad Comunera – (UCOM) e investigador de la Facultad Politécnica de la Universidad Nacional de Asunción (FPUNA). Además, es fundador y Presidente de la Consultora Barán y Asociados CBA S.A.

En esta entrevista nos cuenta sobre sus inicios en la investigación científica. Además, nos habla sobre sus aportes a la ciencia y los proyectos en los que se encuentra trabajando.

¿Cómo y cuándo nació su interés por la ciencia?

Me cuenta mi madre que hace muchos años atrás, casi 60. Cuando iba a entrar al jardín de infantes, me hicieron un test de admisión y la psicóloga me preguntó, en aquel momento, qué quería ser cuando grande y le respondí que iba a ser ingeniero electrónico y que me dedicaría a ser científico.

Entonces la psicóloga me preguntó, cómo estudiaría ingeniería electrónica si era una carrera que no existía en el Paraguay, y le dije que no me importaba, que iba a buscar la forma y que iba a estudiar en los Estados Unidos.

Años después mi madre encontró el test de admisión, así que ahora es una linda anécdota. Aparentemente mis ganas de ser científico nacieron desde muy pequeño, porque hay un documento en donde consta que quería ser científico aun antes de ser alfabetizado.

Al final terminé estudiando en Estados Unidos, logré absolutamente todo lo que dije en la inocencia infantil.

¿Por qué decidió dedicarse a la investigación?

Es una vocación que siempre tuve en mi vida, desde que tengo memoria me gustaron las matemáticas, la electrónica, de hecho mientras cursaba el Colegio Nacional de la Capital a la mañana, estudiaba electrónica en la Escuela Edison a la tarde y me recibí de Radiotécnico en 1974. Luego, me dediqué a arreglar equipos de radio y TV en el laboratorio LEI sobre la calle G.R. de Francia y creo que tenía solo 16 años cuando entré al aula como ayudante de las clases prácticas enseñando a reparar equipos de radio y TV en la Escuela Edison, bajo la dirección del Prof. Carlos Antonelli y mi vocación por la enseñanza se despertó allí. Desde entonces, me dedico a hacer ciencia, generar conocimiento, enseñar, tener alumnos  e intentar inspirarlos para que la amen.

¿Tuvo algún mentor o tutor que haya marcado u orientado su línea de investigación más importante? Si lo tiene ¿Quién es o fue, y qué fue lo que más le inspiró de esa persona?

Debo mencionar a tres mentores principales que hicieron posible mi sueño de ser científico:

Primero, la Dra. Maria Teresa Caggiano, mi profesora de física de la entonces Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, hoy Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción. Ella me nombró su ayudante de cátedra, inicialmente en el área de laboratorio.  Me invitó a participar del grupo que construyó el primer láser en el Paraguay con el Dr. Mario Gallardo del Centro de Investigaciones Ópticas de La Plata – Argentina (CIOP) y gracias a eso me gestionaron becas a lugares donde trabajé desde los 18 años en temas de tecnología de punta de la época como espectroscopía y láser. Hoy en día el láser se usa hasta como puntero, pero en ese tiempo era una cosa extraordinaria. A la Dra. Maria Teresa Caggiano la considero mi madre intelectual.

Quiero recordar también a mi padre intelectual, el Dr. Reinaldo Welti, quien fue mi profesor de teoría electromagnética y después el orientador de mi tesis de ingeniería, aquí en Paraguay, trabajo que terminó recibiendo el Premio Andrés Barbero 1982 otorgado por la Sociedad Científica del Paraguay, y me abrió las puertas para nuevas oportunidades, porque era joven y ya tenía un premio científico. Así, me dieron becas de postgrado primero para Japón en 1984 y luego para los Estados Unidos en 1985 (beca Fulbright, que me permitió terminar una Maestría en Boston – MA). El Dr. Welti fue quien me llevó de la mano en el mundo de la ciencia y me enseñó lo que significaría hacer investigación en el Paraguay.

Finalmente, quiero recordar al Dr. Eugenius Kaszkurewicz, el orientador de mi tesis doctoral en la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) y quien hasta hoy en día me guía. Es mi mentor, en las investigaciones que realizo. El Prof. Kaszkurewicz fue quien pulió mi formación científica y me dio las herramientas necesarias para sobrevivir como científico en Latinoamérica, por lo que expreso toda mi gratitud hacia su motivadora y ejemplar persona.

¿Cuáles son sus principales líneas de investigación?

Empecé mi vida científica con temas relacionados a los rayos láser, como estudiante de Ingeniería Electrónica. Las primeras aplicaciones se relacionaban con las comunicaciones ópticas utilizando fibras ópticas, que como ya comenté, fue la tesis que ganó el Premio Andrés Barbero 1982, un área en la cual sigo trabajando hasta hoy en día con mucho entusiasmo. Por ejemplo, mi último alumno de doctorado que acaba de defender su tesis, el Dr. Enrique Dávalos realizó su investigación en el área de comunicaciones ópticas. Incluso, mi primer alumno de doctorado en la Universidad Nacional de Asunción – UNA, el Dr. Diego Pinto Roa también defendió su tesis doctoral sobre un tema relacionado con las comunicaciones ópticas, así que es un área fundamental a lo largo de toda mi vida.

En mi doctorado trabajé mucho en computación paralela y distribuida, desarrollé aplicaciones diversas a la ingeniería en general, solo que al retornar al Paraguay, ya no tenía acceso a súper computadores por lo que empecé a trabajar con lo más parecido a un computador paralelo que pude encontrar, las redes de computadoras. Fue así que casi sin querer me convertí en profesor en redes de computadora, materia que sigo enseñando como Profesor Titular de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica.

Destaco que desde siempre me gustaron mucho las matemáticas y comencé a trabajar con optimización, sobre todo para problemas de ingeniería, de redes de computadora y me especialicé en optimización con múltiples objetivos contradictorios, que es un área fundamental en la que sigo trabajando. Para resolver los problemas de esta interesante área desarrollamos un importante número de algoritmos que fuimos publicando a lo largo de las últimas décadas, sobre todo los algoritmos bio-inspirados que siguen siendo una parte fundamental de mis trabajos de investigación actualmente.

Dentro del mundo de las redes de computadoras y de la optimización de múltiples objetivos, comencé a trabajar en la computación en la nube, conocida como cloud computing. De hecho, unos de mis alumnos del Doctorado, Fabio López defendió su tesis doctoral y recibió varios premios nacionales e internacionales, como el Premio Nacional de Ciencias del 2018, por el trabajo que estuvimos realizando en el área de computación en la nube.

Recientemente, más como un hobby, estoy trabajando en computación cuántica y toda la implicancia de lo que es seguridad, telecomunicaciones y cómputo con este maravilloso mundo de la mecánica cuántica y lo que hoy se puede realizar potencialmente con la computación cuántica.

¿Cuántos artículos ha publicado y sobre qué temas?

Los temas son básicamente comunicaciones ópticas, redes de computadores, sistemas paralelos y distribuidos, optimización multiobjetivos, muchas aplicaciones a la ingeniería electrónica, civil, hidráulica, economía, biología, en fin, donde haya algo que optimizar.

Hemos intentado colaborar aportando nuevos algoritmos y recientemente estoy publicando bastante en áreas como computación en la nube y computación cuántica.

En cuanto  a los números relacionados a mis publicaciones, mi currículum es público pues estoy categorizado en el Nivel III del PRONII, pero tomando como referencia Google Scholar tengo centenares de artículos publicados, más de 200,  reconocidos por Google, a eso se le deberían sumar los publicados en revistas nacionales o regionales que no son indexadas por Google Scholar.

¿Cuál cree que ha sido su aporte más significativo a la ciencia y al Paraguay en sus años de trabajo?

Mi principal aporte ha sido motivar a los jóvenes talentosos a ser científicos, convertirme en un mentor e intentar ser para mis alumnos un padre intelectual, como lo han sido la Dra. Maria Teresa Caggiano, el Dr. Reinaldo Welti y el Dr. Eugenius Kaszkurewicz para mí. Yo solo pude lograr una vida profesional tan hermosa porque esas personas me iluminaron y me demostraron que uno puede tener una vida llena de satisfacciones haciendo ciencia.

Yo creo que mi principal aporte a la patria es haber sido mentor de jóvenes maravillosos que han hecho sus estudios doctorales en Paraguay, Europa, Japón, Estados Unidos y muchos otros lugares del mundo. Creo que si alguien elige un lugar del mundo con alta tecnología, allí podrá encontrar algunos alumnos a los que tuve el honor de orientar, de inspirar, de enseñar, de acompañar o de motivar para que puedan llegar donde hoy están.

Cuando regresé al Paraguay, hacer ciencia rayaba la locura para muchas personas. Mis propios familiares me decían que no era razonable que yo me dedicara a la investigación científica por un salario de unos 600.000 guaraníes mensuales, que fue el sueldo con el que empecé a ser coordinador de investigación en el Centro Nacional de Computación. Con el tiempo fui ascendiendo y llegué hasta a duplicar el monto inicial ya como director de investigación y coordinador de maestrías científicas. Después de haber publicado docenas de artículos científicos, para mucha gente, no era racional lo que estaba haciendo en aquel momento, pero era mi pasión, era en donde sentía que daba lo mejor de mi, a mi gente, a mi patria. Estoy contento por ello.

Sentirme el padre de una generación de jóvenes investigadores me resulta mucho más gratificante que la publicación de artículos reconocidos internacionalmente, como la publicación sobre optimización con colonia de hormigas que ya ha recibido más de 300 citas o la publicación sobre algoritmos evolutivos para optimización de múltiples objetivos con más de 200 citas, o la publicación sobre computación en la nube que ganó un premio en Europa y el último Premio Nacional de Ciencia (2018) o el trabajo con Diego Pinto que ganó un premio Chevron en Costa Rica. Definitivamente, más que cualquier publicación,  creo que mi principal aporte ha sido formar recursos humanos de alto valor y profundo conocimiento técnico en un país que prácticamente no hacía investigación en tecnología de punta cuando retorné.

¿Cuáles son las limitaciones para hacer ciencia en el país?

Cuando regresé, todo era muy difícil para quien quería dedicarse a la ciencia. Por suerte, creo que hoy estamos mucho mejor que en los 90. En aquella época no teníamos al CONACYT, ni al PRONII y mucho menos donde presentar proyectos de investigación. Ni siquiera teníamos cursos científicos de maestría o doctorado en tecnología de punta. Para formarse en estas áreas, era necesario pagar el alto precio del desarraigo, estudiando en el exterior.

Así que mirando para atrás, lejos de quejarme por todo lo que no tenemos y por todo lo que nos falta, porque realmente nos falta mucho y las condiciones están muy lejos de ser las óptimas, prefiero ver lo que avanzamos y siento que el Paraguay ha mejorado muchísimo, que estamos en el camino correcto. Pero no nos engañemos con este optimismo, existen excesivas dificultades innecesarias en complejidades burocráticas que desmotivan a muchos investigadores.

También recuerdo con añoranza que allá por fines de la década del 80 e inicios del 90, los investigadores éramos los que amábamos la investigación y ahora gracias a estos programas de incentivos, aparecieron un montón de gente que se hacen llamar investigadores para intentar recibir algún dinero disponible para la ciencia. En aquella época no teníamos ese problema porque no había plata, entonces estaba muy claro quiénes éramos científicos y quiénes no.

Hoy hay demasiada gente que sin tener el amor, la dedicación y sin dar un  aporte relevante a la ciencia, se hacen llamar científicos y quieren entonces discutir, si la publicación que vale es la que se hizo en tal o cual revista nacional, regional o internacional para poder llegar a lo justo y necesario para lograr categorizar en el PRONII de forma a recibir algún dinero y poder presentar un proyecto que para colmo, podría llegar a ser evaluado con criterios no solamente técnicos, científicos o económicos.

Entiendo que tenemos muchas cosas por mejorar, por ejemplo la valoración del científico y las oportunidades que podamos ofrecer para desarrollar ciencia más relevante a nivel internacional, para lo cual veo dificultades como el tiempo necesario para madurar científicamente una idea. La ciencia relevante no puede depender de presupuestos anuales, se requiere de más tiempo y todavía no tenemos mecanismos adecuados para presentar proyectos de mediano y largo plazo. Por ejemplo, un proyecto típico que presentamos se tiene que terminar en 2 o a lo sumo 3 años con una eventual prórroga, pero un proyecto que realmente sea relevante no se hace en menos de 5 o 10 años. Necesitamos madurar en este sentido para poder hacer aportes más importantes a la ciencia, pero insisto en que hemos avanzado muchísimo y veo con mucho optimismo los avances hasta aquí alcanzados. Por ejemplo, el número de publicaciones serias que hoy está haciendo el Paraguay es abismalmente mayor que las existentes cuando terminé mi doctorado y volví al país.

El número de jóvenes interesados en investigación científica ha crecido bastante, hoy tenemos un doctorado en Computación, tenemos una gran cantidad de alumnos queriendo aprender sobre computación cuántica. Esto era impensable unas décadas atrás. Cuando quise hacer un doctorado tuve que irme al exterior, no tenía ni una remota posibilidad en el país, no había ningún curso, ni la esperanza de que haya alguno a corto plazo. Voy a insistir en mi visión optimista de todo lo que hemos avanzado en las últimas décadas, sobre todo desde la creación del CONACYT.

¿Qué sacrificios conlleva hacer investigación en Paraguay?

Yo amo mi trabajo y posiblemente haría mis investigaciones aunque no reciba ninguna paga, de hecho lo hacía cuando no existía el CONACYT y no me pagaban más por lograr publicaciones científicas relevantes. Así que diría que el verdadero sacrificio no es del científico porque el ama su trabajo, el verdadero sacrificio está en su familia. Si mi señora no hubiese sido la mujer excepcional que es, posiblemente tendría que haber dejado la ciencia. Si mis hijos no me hubiesen tenido paciencia y mucha tolerancia, creo que no hubiera podido hacer todo lo que hice.

El sacrificio del científico es muy relativo porque no se le paga bien, no se reconoce su esfuerzo, pero en realidad él ama lo que hace. Entonces, no siento que el sacrificio pase por ese lado, pero sí por el entorno familiar, porque los ingresos económicos que da la ciencia no se comparan con los ingresos que dan otras actividades en el país. El reconocimiento que recibe un científico en el país no es el mismo que el otorgado por personas que se dedican a otras actividades como del fútbol o la política.

Realmente hay una vida de mucho sacrificio, no solamente por lo económico, sino por el número de horas que el científico le dedica a su investigación. Mi señora comprendía que cuando estaba ensimismado con un teorema podía dormir a las 3, o a las 4 de la madrugada, que trabaje sábados y domingos, un tiempo que no le dedicaba a la familia.

¿En qué se encuentra trabajando actualmente?

Mis principales áreas de investigación en este momento son algoritmos de optimización en entorno multiobjetivo y sus aplicaciones, por ejemplo para mejorar la logística y el tráfico en una ciudad.

Gracias a un proyecto con el Gobierno francés, el proyecto MATH AmSud, hicimos una optimización de la logística y el tráfico en la ciudad de Quito y Guayaquil con apoyo del CONACYT. En ese tipo de proyectos aplicamos los algoritmos que he desarrollado a lo largo de mi vida, pero para resolver problemas concretos, en este caso, el tráfico de la logística en una ciudad.

En el área de optimización, trabajo también en aplicaciones para ingeniería eléctrica, para mejorar la distribución de energía y un montón de aplicaciones en el área de retail, entre otras muchas aplicaciones a la ingeniería.

También estoy trabajando en el área de cloud computing y tengo alumnos a los que estoy orientando en el área de comunicaciones ópticas que es mi tema histórico de trabajo y como ya mencioné, muy motivado últimamente con este increíble mundo de la computación cuántica. Finalmente, corresponde mencionar que he sido recientemente honrado con el “Benjamin Meaker Visiting Professorships” por la Universidad de Bristol – Gran Bretaña por lo que pasé varias semanas en el “Smart Internet Lab” trabajando con la quinta generación de telefonía celular (tecnología 5G) y todas sus derivaciones en ciudades inteligentes (Smart City), y granjas inteligentes (Smart Farming). Es un área en la que estoy incursionando con los colegas de la Universidad de Bristol.

¿Cuáles son sus metas o sueños relacionados a la ciencia?

Muchos años atrás, el diario ABC Color me hizo una entrevista y recuerdo que al terminarla me peguntaron ya informalmente ¿qué te gustaría ver en Paraguay? Recuerdo haber respondido que me encantaría ver que a un científico paraguayo se le tenga el mismo aprecio, admiración y respeto que a un futbolista. Al final, aunque no fue el tema de la entrevista, el título del artículo decía algo así como “Barán espera que los científicos sean tan reconocidos como un jugador de fútbol” (no recuerdo las palabras exactas pero era algo similar). Así que retomo esa idea.

Yo ya estoy en una etapa posterior de mi vida profesional, jubilado en la Universidad Nacional de Asunción, pero me gustaría aún poder ver un reconocimiento justo y merecido para los jóvenes investigadores que tuve el placer de formar. Me encantaría presenciar un país que pueda darles un reconocimiento al menos similar al de otras  profesiones  y que el esfuerzo, la dedicación, el trabajo de un científico sea reconocido y apreciado por la sociedad.

Mi sueño es ver a un Paraguay que valora y premia el esfuerzo y el aporte del científico, porque en la medida que eso ocurra, los chicos en lugar de decir que de grandes quieren ser youtuber, influencer, futbolistas o modelos van a poder decir “quiero ser un científico”.  Me encantaría ver una sociedad que valore el esfuerzo, la dedicación y la “meritocracia”.

¿Qué espera de la juventud que se dedica a la ciencia y la investigación?

Esta maravillosa juventud con la que tengo el honor y el placer de compartir en aulas de clase es de alguna manera mi alegría profesional, es mi esperanza, el motivo por el cual mantengo el sueño de que el Paraguay progrese, porque veo mucha gente que sí ama la ciencia, que sí está dispuesta a estudiar, a esforzarse, a trabajar y que no está detrás del dinero fácil, del amiguismo y otros “ismos” que aparentan simplificar la vida para cumplir objetivos egoístas.

Veo una juventud maravillosa, con un potencial enorme. De hecho, el paraguayo siempre ha demostrado ser capaz al salir al exterior, brillando como profesional. Nuestro problema fue la falta de oportunidades. En mi caso, tuve que salir del Paraguay porque no había maestrías, doctorados, no había donde seguir perfeccionándose en lo profesional. Retomando mi visión optimista, puedo decir que hoy los jóvenes tienen un montón de oportunidades, ya hay una  carrera para el investigador gracias al Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores – PRONII, que todavía puede no ser suficiente, pero es un excelente inicio para que algunos jóvenes con talento científico digan “yo quiero ser científico cuando sea grande”.

Antes era casi una vergüenza decir que uno quería ser científico, tenía que ser futbolista, comerciante, militar. En mi  infancia eran otras las profesiones en las que el chico pensaba, pero hoy se abre una magnífica oportunidad para los jóvenes y espero ver ese Paraguay maravilloso, gracias a los jóvenes talentos a los que aún debemos dar oportunidades, porque lastimosamente, para un joven paraguayo todavía es más fácil hacer un doctorado en el extranjero gracias al Programa de Becas Carlos Antonio López, que hacer su doctorado en su propio país, en una universidad paraguaya. En resumen, tenemos muchas cosas por resolver todavía pero creo que vamos por buen camino.

  

¿Le ha pasado algo curioso durante  sus investigaciones?

¡Uff, muchísimas anécdotas y aventuras!

Tantas, que tendría que pensar para decidirme por una, pero ya que estamos acá en el campus de la Universidad Nacional de Asunción – UNA, recuerdo un sábado de diciembre, allá por la década del 90. Un sábado entre Navidad y Año Nuevo, teníamos un artículo que queríamos terminar para enviar a un congreso, mi equipo de investigación me acompañó y vinimos al Centro Nacional de Computación – CNC, donde yo era el coordinador de investigación. Enseguida notamos que toda la universidad estaba cerrada y el guardia nos preguntó qué estábamos haciendo ahí y le contamos que teníamos que presentar un artículo científico, a lo que el guardia nos responde “... pero ustedes se enteraron que estamos entre Navidad y Año Nuevo, ya no se trabaja un sábado”. Fue en vano explicar que veníamos para trabajar por lo que solo pudimos buscar un árbol con buena sombra, dado que ya estábamos allí. Por suerte, uno de los colegas trajo tereré y nos sentamos en pleno mes de diciembre, con la temperatura habitual de la época, desde tempranas horas de la mañana hasta la tardecita, para poder terminar con nuestro trabajo. Los que me acompañaron en aquel momento constantemente me recuerdan la locura de aquel día. Creo que de alguna manera, esta anécdota demuestra la pasión con la que vivimos nuestros proyectos científicos.

¿Qué les diría a todos los jóvenes que se quieran dedicar a la investigación?

La vida del científico es maravillosa, llena de aventuras, donde uno está aprendiendo todo el tiempo, donde recibe la gratitud de la gente a la que va ayudando a formarse. Es un mundo repleto de nuevos conocimientos y oportunidades que le permite al científico entender qué está pasando en este mundo de vertiginosos cambios.

Para algunas profesiones como la mía, es una oportunidad de viajar muchísimo. He presentado diversos trabajos científicos y he dictado conferencias en docenas de países de cuatro continentes. En general, el científico es una persona un poco más preparada que el promedio de la sociedad, entonces uno termina rodeándose de gente muy positiva e inteligente y eso hace que la vida sea más productiva.

Mi mensaje final sería que si alguien tiene vocación y tiene talento para ser científico, que no se dejen llevar por el consumismo que nos rodea en nuestra cotidianeidad, donde parecería que lo único importante es poder cambiar nuestros celulares por uno más moderno o cambiar de auto por otro mejor. Deben ver la inmensa satisfacción que significa para una persona poder hacer una actividad científica donde se aporta al conocimiento de la humanidad, que ayude a la gente de su entorno con sus descubrimientos y que sienta que su vida ha tenido un sentido real, que uno al final del camino aportó algo por la sociedad y por la gente querida.