Graciela Russomando

Vie, 08 Feb. 2019 | 13:10
Bioquímica investigadora

Desde el año 1992, la Prof. Dra. Graciela Mabel Russomando Alvarez es responsable del primer laboratorio que aplicó técnicas moleculares en el Paraguay, en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud (IICS) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Con sus gestiones en la Dirección del Programa Nacional de Control de la Enfermedad de Chagas del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) con el equipo del Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (SENEPA) se logró la certificación de la Eliminación de la Transmisión Intradomicilar de la Enfermedad de Chagas por el principal vector en la Región Oriental del país, en el año 2008. Es Profesora Titular de la Cátedra de Biología Celular en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNA. Actualmente, se encuentra categorizada en el Nivel III del Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores (PRONII) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

En esta entrevista nos cuenta sobre sus inicios y sus aportes científicos durante los 32 años en los que se ha dedicado a la investigación. Por otra parte, nos habla de los proyectos en los que se encuentra trabajando actualmente.

 ¿Cómo y cuándo nació su interés por la investigación científica? ¿Por qué decidió dedicarse a la investigación?

Siempre tuve un comportamiento curioso, quería entender cómo ocurrían las cosas, en especial lo biológico. Medicina era una alternativa inicialmente, sin embargo, en los dos últimos años del colegio me di cuenta de que me gustaba mucho entender la ciencia desde lo básico. Me pareció entonces que la Bioquímica complementaba esa expectativa. Desde que ingresé a la Facultad de Ciencias Químicas de la UNA en el año 1980, y en los años posteriores, fui obteniendo nuevos conocimientos dentro de la carrera de bioquímica que me permitían entender los procesos biológicos desde un microorganismo hasta la complejidad del ser humano; todo esto siempre lo visualicé dentro de un contexto del cómo y por qué ocurrían.  Es muy importante obtener una formación básica general (biología, inmunología, microbiología, biología molecular, genética, bioquímica) para luego desarrollar preguntas de investigación. Desde ese momento me gustó mucho la biología molecular y fue ahí en donde me di cuenta de que no quería hacer nada clínico, solo investigar.

Realicé dos cursos muy importantes, de 6 meses cada uno, en los primeros años en el IICS. Uno en el Oswaldo Cruz de Brasil (1986) que marcó mi línea de investigación en Chagas y otro en Buenos Aires, Argentina (1989), en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas, de la Fundación Leloir donde apliqué por vez primera las técnicas moleculares y escribí mi primer artículo científico internacional.

Apenas terminé la carrera me dediqué con mucha pasión a la investigación, es algo que te llena totalmente. Cuando tenés un experimento o algo que innovar, te acostás y despertás todos los días pensando: cómo responder a un problema que ha surgido, qué experimentos desarrollar, cómo abordar el problema metodológicamente para que eso funcione, ese tipo de cosas por ejemplo me encantan. Además, leer artículos científicos y diseñar experimentos que permitirán dar respuesta a preguntas que aún existen sin resolver o se desconocen. Son 32 años haciendo investigación y aún sigo apasionada.

¿Cuáles son sus principales líneas de investigación?

Las líneas de investigación a las cuales me dediqué fueron mayormente relacionadas a investigación aplicada, con énfasis del estudio a la resolución práctica de problemas, es lo que podíamos hacer en Paraguay con cooperación internacional y sin fondos del gobierno para la investigación en los años 90. Nos centramos específicamente en cómo se pueden llevar a la práctica las teorías generales, motivados hacia la resolución de los problemas que se plantean y que son conocidos por nosotros; es así como utilizamos la investigación para dar respuesta a preguntas específicas.  El área ha sido siempre en lo referente a la salud, con énfasis en la detección y caracterización molecular de microorganismos patógenos para humanos y animales.

Me inicié científicamente en el IICS-UNA en 1985, estando en el último año de mi carrera. Trabajé en el departamento de Microscopía Electrónica por 5 años, el primer año estuve 6 meses en el Instituto Osvaldo Cruz del Brasil donde fui entrenada en técnicas de microscopia electrónica, cultivos celulares primarios e interacción con el Trypanosoma cruzi (agente causal de la enfermedad de Chagas), es así como me interesé en la enfermedad de Chagas mi principal línea de investigación hasta la fecha. Estaba súper entrenada, y en el IICS no contábamos con infraestructura para hacer cultivo celular, sin embargo, no me detuve esperando contar con equipamientos específicos para hacer ciencia, realicé cultivos celulares en una estufa de 37°C común y con un tupper bien hermético y pastillas de Alka-Seltzer, yo sabía que por los gramos de pastillas que ponía y el volumen que tenía el tupper, iba a obtener más o menos 5% de CO2. Esto me enseñaron investigadores brasileros, quienes me decían “mirá nosotros tenemos estufa de CO2, pero en el campo cuando tenemos que llevar y mantener en cultivo las células, lo hacemos de esta manera”.

Con la Cooperación Internacional del Japón (JICA) en 1989, entre otras cosas, se construyó un laboratorio de cultivo celular del cual estuve encargada por varios años, investigaba la interacción del T. cruzi en diferentes tipos de cultivo celular, además producía antígenos para inmunizar animales, ya me sentía una investigadora porque pude escribir mis primeros artículos, que fueron publicados en revistas nacionales. 

La JICA fue fundamental en mi vida de investigadora, porque a los 29 años ya me responsabilicé del primer laboratorio de Biología Molecular del Paraguay montado a través de esta cooperación. Fue una responsabilidad muy grande que me obligó a quedarme en el país sin poder salir al exterior a hacer una maestría o un PhD en esos primeros años. Dirigí un laboratorio donde aplicábamos en esos años las técnicas de Reacción en Cadena de Polimerasa (PCR), hacíamos hibridación de ácidos nucleicos, clonábamos en vectores como fagos, plásmidos, etc. Pude fusionar mis dos pasiones en ese momento, Chagas y las técnicas de biología molecular, realizando mis primeras publicaciones en inglés en revistas de alto impacto a partir del año 1992, específicamente en mi línea de Chagas congénito.  En 1987 gané mi primer apoyo económico internacional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para establecer un sistema de diagnóstico precoz de la transmisión congénita de Chagas. Pude fusionar mis dos pasiones en ese momento, Chagas y las técnicas de biología molecular, realizando mis primeras publicaciones en inglés en revistas de alto impacto a partir del año 1992, específicamente en mi línea de Chagas congénito. Demostramos que las técnicas moleculares no funcionarían para un sistema de salud pública en países en vías de desarrollo y eso me motivó a buscar otras técnicas, por lo que desarrollamos un ELISA con una proteína recombinante que discriminaba anticuerpos maternos y el de los niños infectados. Este desarrollo tecnológico me sirvió para obtener mi PhD en la Universidad de Nagasaki, Japón.

Además de la enfermedad de Chagas, desde el año 2001 me interesé en otras enfermedades infecciosas, actualmente estoy abocada a las variabilidades genéticas de microorganismos que afectan a niños menores de 5 años con neumonía y biomarcadores.  

¿Cuál cree que ha sido el aporte más significativo que ha dado a la ciencia y al Paraguay en sus años de trabajo? 

Me gustaría resaltar dos cosas, tuve una misión como jefe del Programa Nacional de Chagas en el Ministerio de Salud Pública, desde 1999 al 2007, en donde mi formación científica me ayudó a gerenciar un programa operativo en terreno de una manera diferente a la que se estaba haciendo. Introduje en el SENEPA lo referente a georeferenciamiento y cartografía digital para las operaciones técnicas en terreno, además de haber dejado establecido un sistema de vigilancia de vectores de Chagas en áreas endémicas con la participación de líderes comunitarios y escuelas rurales. Esto condujo a la certificación de la Eliminación de la Transmisión Intradomicilar de la Enfermedad de Chagas por el principal vector en la Región Oriental del país en el año 2008. En segundo lugar, el desarrollo de un sistema de diagnóstico empleando la técnica ELISA con la proteína recombinante SAPA, hasta la fecha han sido los aportes más grandes que me marcan como investigadora, sin olvidarnos de la formación de jóvenes investigadores que también marcaron mi vida.

Además, las publicaciones científicas realizadas en más de 100 artículos, la mayoría en revistas de alto impacto, también deben ser consideradas un aporte a la ciencia.

¿Cuáles son las limitaciones para realizar investigación en Paraguay?

Actualmente, no tendrían que existir limitaciones, porque ahora nos pagan por investigar y tenemos proyectos de investigación bien financiados, pero la limitación más grande que tenemos creo que es la burocracia como institución del Estado. Los fondos para desarrollar los proyectos financiados por el Estado no nos permiten realizar compras de insumos y reactivos de una forma ágil, pues entramos en sistemas de licitación interminables, donde muchas veces no podemos obtener los productos porque no hay oferentes o los montos superan 2,5 veces más el valor de catálogo. Todo esto conduce a un desgaste técnico y emocional muy grande. Por ello, además de concentrarnos en la ejecución técnica, también debemos estar atentos al trabajo administrativo para la compra de los mismos. Nosotros compramos un reactivo, y si no funciona o se acabó, tenemos que esperar la licitación del año que viene para poder conseguir otro reactivo. Una institución privada llama por teléfono y le traen a la semana. Entonces en mi opinión la burocracia es la traba más grande que tenemos siendo parte de la Universidad Nacional Asunción, como institución pública, a la hora de hacer investigación.

¿Qué sacrificios conlleva hacer investigación en Paraguay?

La familia es la más afectada, porque vivimos en una sociedad donde los lazos familiares son muy fuertes. Además, a la mujer le cuesta mucho más porque dejamos a nuestros hijos más tiempo que una mujer en otras áreas laborales, porque en el campo de la investigación si querés llegar alto, tenés que dedicarte mucho. Por eso yo me río cuando la gente dice que quiere trabajar 4 horas, porque esas 4 horas no sirven para nada, ni las 8 horas que yo tengo que trabajar diariamente en el instituto, uno continúa en la casa hasta altas horas, continúa la formación en el exterior con viajes, continúa la investigación, nunca se descansa.

Tengo tres hijos, dos mujeres de 32 años y 29 años y un varón de 18 años, soy consciente de que ellos siempre me necesitaron como madre, no estuve mucho tiempo con ellos, no participé como madre muy activa en las reuniones de colegios y muchas veces mis viajes al exterior pudieron haber afectado. Pertenecer a redes internacionales implican un compromiso mayor en el área de las ciencias porque implican viajes y el desarrollo de proyectos es en tiempos reducidos donde muchas veces los aspectos familiares no pueden ser contemplados. Lo único que puedo dejarles a mis hijos como legado es la pasión por lo que hacemos en esta vida, la responsabilidad a los compromisos asumidos y la perseverancia como valores.  Por lo expuesto, cuesta sobrellevar la profesión y la familia.

  

¿En qué se encuentra trabajando actualmente?

Estoy abocada siempre dentro de enfermedades infecciosas que aquejan a niños menores de 5 años. Estoy involucrada en proyectos multicéntricos con 11 países, en los cuales de América estamos solo Paraguay, Brasil y Haití, en su mayoría son países africanos y asiáticos. Desde el año 2010 estoy muy focalizada en lo que es la causa, cuáles son los factores predisponentes y la búsqueda de biomarcadores en niños con neumonía conjuntamente con el Hospital General Pediátrico Niños de Acosta Ñu. En total son dos proyectos multicéntricos en esta área.  

El tercer proyecto grande multicéntrico en el que estoy trabajando, es sobre Tuberculosis, y consiste en buscar biomarcadores que puedan ayudar a definir la cura o no cura en corto tiempo y no después de 6 u 8 meses que es lo que demora en saber si está curada o no una persona. Este trabajo es con el Hospital Calle´i de San Lorenzo. 

Además, colaboré en investigaciones llevadas a cabo dentro de líneas de investigación de docentes investigadores del departamento de Biología Molecular y Biotecnología.

¿Cuáles son sus sueños o anhelos relacionados a la ciencia?

Considerando el gran incentivo que ha sido el Programa PROCIENCIA del CONACYT a la investigación y el incentivo del Gobierno Nacional para proyectos iniciado en el año 2008, me gustaría que a mediano plazo podamos formar de manera exponencial jóvenes investigadores interesados en hacer ciencia y tecnología en el Paraguay. Hasta hace 10 años, cuando no había plata disponible para proyectos, ni incentivo del PRONII, ni programas de postgrado en el área de las ciencias Biológicas en el país, costaba convencer a los jóvenes para que hicieran ciencia. Debemos formar, incentivar y transferir nuestros conocimientos a las futuras generaciones que nos permita llegar, a no muy largo plazo, a los 3000 investigadores que necesitamos como país de acuerdo al Producto Interno Bruto (PIB) registrado.

¿Alguna situación anecdótica o algo curioso que le haya pasado durante sus investigaciones?

La anécdota que más recuerdo es cuando tuve mi primera publicación, yo lloraba porque veía mi nombre en el Journal of Clinical Microbiology como primer autor, “Graciela Russomando”, feliz estaba y me acuerdo que le mostré a mis padres, y lo primero que me pregunta papá es cuánto me iban a pagar, entonces le dije, “tenés que estar orgulloso de mí, yo hice que tu apellido esté acá”, pero ellos veían más la parte monetaria de la publicación, es decir, que si por haber publicado eso yo iba a  recibir más plata. También mi hijo menor me dijo que sus amigos le suelen preguntar qué es lo hace su mamá y él no sabe explicar lo que yo hago exactamente.

Es difícil la comunicación con la sociedad que no es científica, trasmitirle correctamente la importancia de lo que uno hace para que interpreten la relevancia del trabajo científico en nuestras vidas. De repente tenés que exacerbar la importancia de lo que haces para que te entiendan y valoren, es difícil trasmitir el trabajo que se hace porque es complejo y no manejan el lenguaje científico.   

¿Qué espera de la juventud que se dedica a la ciencia y a la investigación?

Que tengan compromiso, responsabilidad y pasión por sobre todas las cosas. Nosotros nos reímos ahora porque solemos tener jóvenes que hacen el trabajo de grado, y quieren que todo sea rápido, porque todavía no se adentran al verdadero mundo de la investigación, si uno decide seguir la carrera de investigador tiene que tener paciencia. Es cierto, ahora existe internet, nosotros antes consultábamos en un libro en el que se registraban todas las publicaciones de todas las revistas de las diferentes áreas de la ciencia, era la única forma que teníamos para acceder a lo que se publicaba en el mundo, salía una vez por semana. Se llamaba “Current Contents”, allí buscábamos el tema de interés y le escribíamos una carta y enviábamos por correo al investigador principal pidiendo una copia del artículo, que luego nos enviaba nuevamente por correo, esperábamos aproximadamente 2 meses.   Con las facilidades de internet, es el colmo si te dicen que no están estudiando porque no saben cómo acceder a la información. No es así, incluso el CONACYT pone a disposición el Portal CICCO para acceder a revistas internacionales, ya no hay excusas.

¿Qué le diría a los que quieren dedicarse a la investigación?

Creo que por vez primera en el país están dadas las condiciones para pelear por el desarrollo y transferencia del conocimiento, esto quiere decir que tenemos que hacer ciencia y tecnología. Hay un dicho que dice que los países ricos, no son ricos, ni progresan porque tienen plata, sino porque invierten en la investigación. Porque la ciencia y la tecnología son las que resuelven los problemas de un cultivo, de los efluentes de agua, de los residuos patológicos, entre otros.

El camino para introducirse a la investigación es hacer pasantías, pero no pasantías de 1 mes, ni 2 meses, por lo menos deben durar 6 meses o 1 año, ad honorem, porque todos entramos así, al menos los que son de mi generación entramos 1 año totalmente sin sueldo y todos los días, como si fuéramos funcionarios, con un horario fijo, después el equipo se da cuenta si sos o no bueno. Uno mismo se da cuenta si le gusta o no lo que hace ahí, durante las pasantías. Luego es fundamental introducirse en un programa de posgrado, ahora que es más accesible en el país, además tenemos las becas de BECAL para hacer maestrías afuera, por dar un ejemplo.

La formación científica en países como el nuestro, en donde somos pocos investigadores es difícil, más aún si no estás dentro de una estructura de posgrado, porque es durante el posgrado cuando realmente existe una transferencia de conocimiento y se otorga al joven las herramientas fundamentales para el pensamiento científico. Es imposible pensar en un sistema de investigación sin jóvenes realizando un posgrado, porque se benefician tanto ellos como los laboratorios donde se encuentran los tutores y se realizan las tesis.  

Aconsejo a los jóvenes a que se involucren, tenemos el incentivo del PRONII, los proyectos de investigación, que hagan una maestría o doctorado en el país si pueden, porque acá están con su familia, están contenidos y tenemos buenos posgrados. Y que apuesten al desarrollo del conocimiento científico en el Paraguay.